María quiso explorar,conocer y volar, buscando el tesoro, buscando ser la protagonista de película de moda, aquellas vidas que mostraban con tanta facilidad en las pantallas gigantes y que ella creía reales pero sabia que nunca lo sería para ella. (O así lo creía ella).
Soñaba despierta e intentaba evadirse de la realidad, esa realidad la asfixiaba que por más que intentaba quitarlo de su cabeza no podía.
Después del largo viaje en tren, el calor infernal, no acabó el viaje. Tocaba ir al puerto y hacer largas colas , coger el barco para llegar a su destino, su estomago la estaba jugando una mala pasada, se sentía revuelta agotada, pero por fin llegó. Su mar... el olor impregnaba todos los sentidos y la transportó a su infancia, el patio de la familia donde vivía su abuela, sus tías, las vecinas que eran como de la familia donde pasó largos veranos inolvidables. En los recuerdos quedan los olores, a serrín que cada mañana despertaba con el ruido de sus sierras, a las vacas subiendo por ese camino empedrado y parando en cada puerta para ordeñarla y vender la leche.
Ya no existía ese patio, ya no existía esas cuestas donde corrían dejándose las rodillas llenas heridas y los pies negros como el tizón.
-¿Eres tú?, ¿Eres Elena, la nieta de Sara?, ¿no te acuerdas de mi? . Soy Maía, la hermana de Fátima- ¡No podía creer lo que veían sus ojos!. Aquella niña rubia, con la cara redonda con la que pasaba las noches de verano en el patio se había convertido en una mujer, madre de dos pequeños y otro que estaba en camino. Mi cara lo decía todo, entre sorpresa, incredulidad y desasosiego por ver como una chica tan joven, pues no tenía más de 19 años, había pasado de jugar a las muñecas a tener sus propios muñecos en brazos.
Ave Feníx
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