Sueño, millones y cada.

El corazón latía cada vez más deprisa, a la vez que mis pies descalzos huían de aquella sombra, me perseguía y no lograba ver su rostro.
Siguiendo el camino que marcaban las señales me adentré en aquel bosque.
Millones de estrellas brillaban como luciérnagas y a cada paso que daba conseguía ver con más claridad. Cuando mis ojos se acostumbraron a la única luz de las estrellas, quise girar mi cabeza. En ese momento desperté de aquel sueño sin llegar a ver que aquella sombra…
“Era la mía”.
Ave Fénix
Responder