MAYO: Huesos, volamos, rugido.
-¡Mamá! soy yo, tu hija-.
Pero sus palabras no salen de su boca, insiste. ¡No comprendo, el rugido ensordecedor que sustituyen aquellas palabras, el dolor que produce retroceder en el tiempo!..
Su mirada perdida, su sonrisa de niña, sus huesos ya asomándose entre la piel cuarteada y frágil, ¡me dice tantas cosas!.
La miro a los ojos, se tranquiliza y las dos abrazadas conseguimos dormir, mi sueño… Volamos de la mano sin soltarnos , conseguimos llegar al rincón de nuestros recuerdos y en ese instante su voz me dice. “Mi niña”.
Ave Fénix
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